¡A paso punk!
Carlos Alberto David Bravo conocido como “Caliche” nos cuenta la historia del Rock, el Punk y el Metal en la Medellín de los 80’s
Por: Bruno Sandstede
Esta historia nace de una magnífica salida de campo con la Profesora Jessica Castaño con quien compartí diversas experiencias comunitarias de construcción de paz y justicia social en los municipios de Medellín, Bello y Carmen de Viboral.
En una de estas salidas caminamos en las calles del Barrio Castilla con Caliche, baterista de la legendaria banda “Desadaptadoz”-como acabo de decirlo-; una banda famosa por aparecer en la película Rodrigo D. No Futuro, de Víctor Gaviria, que retrataba la violencia juvenil en la que metaleros y punkeros estaban inmersos en la Medellín ochentera del pasado siglo XX.
Caliche, quien así mismo se ve como un “sociólogo de la calle”, no tuvo formación universitaria; su vida entera se la dedicó al punk. En las comunas paisas de los 80’s no habían muchas opciones; los narcotraficantes habían encontrado soldados infinitos en los vulnerables muchachos de los barrios populares, quienes ante la tentación y necesidad de dinero rápido perpetraban los crímenes más indescriptibles.
Tanto las llamadas Oficinas de sicariato de los cárteles, como las Milicias urbanas de las guerrillas de izquierda, reclutaban miles de jóvenes para sostener las bases de sus estructuras criminales.
Un fenómeno mundial comenzaba a tomar fuerza con la música extrema que se empezaba a escuchar en las tradicionales cuadras de las lomas de Medellín; muchachos y muchachas de negro, con botas, chaquetas de cuero, pantalones rasgados y chaquetas maltrechas, marchaban de casa en casa regrabando en casetes las canciones de sus bandas favoritas.
Al mismo tiempo sus amigos, influenciados por el otro fenómeno mundial en auge el del narcotráfico, se mataban con armas de guerra en las esquinas de sus casas.
Desadaptadoz, cansados de lo que ocurría, decidieron que en la letra de sus canciones se reflejase la realidad en la que vivían. Es el caso del álbum “Esta generación está en peligro”, título que tomaron por apropiación del último poema escrito por el poeta paisa Chucho Peña que tenía tan sólo 24 años de edad cuando en mayo de 1986 fue torturado y asesinado en la ciudad de Bucaramanga. Una crónica de la época describía su muerte así:
“Chucho como lo llamaban, desapareció el 30 de abril en Bucaramanga y su cuerpo fue hallado el 6 de mayo en La Vega - Norte de Santander con muestras de tortura. Recibió 30 cuchilladas, tres tiros en la cabeza. Sus ojos y uñas habían sido arrancados.”[1]
Caliche sacaba un viejo librillo donde estaban los poemas de Chucho Peña y se dispuso a leernos aquel poema que daría lugar a la emblemática canción punkera de los Desadaptadoz.
Este personaje que es Caliche tiene una contextura delgada, es alto y de gestos y palabra elocuentes, su siseo constante le da un toque de humor a sus palabras como si se estuviera burlando de algo permanentemente. En cambio su mirada, curtida por décadas de hacerle frente a la violencia, hacen conmover hasta a los rostros más rudos de la escena punkera colombiana. A sus 54 años se encuentra preocupado por una vejez inminente que lo sorprenderá sin pensión; ya que Caliche no tuvo la oportunidad en su juventud de dedicarse a otra cosa que no fuera el punk, era eso o el camino de la guerra.
Caliche, quien permanentemente narra las historias de su juventud, nos contaba lo siguiente:
“Por allá en los 80 – nos cuenta Caliche – el transporte era subsidiado, costaba 40 pesos el pasaje. Un día un alcalde nos quitó el subsidio y pasó a costar 400 pesos. Ya no teníamos dinero para ir de un concierto en un barrio a otro, ahora nos tocaba ir a pie, o como le llamábamos nosotros, a “paso punk”. ¿Y qué era el paso punk? Pues el que caminara más rápido” – nos decía entre risas siseantes.
Ahora, con 54 años, decidió que volvería a recorrer las calles como si tuviera de nuevo 20 años, aunque esta vez, empapado por la experiencia y madurez que sólo los años traen consigo. Así lo dice Caliche en un fanzine promocional donde explica como el punk formó procesos de justicia y resistencia a partir de caminar por el barrio con la tasa histórica de homicidios más alta de Medellín.
“La caminata punk es una invitación a caminar de forma distinta, a paso punk, un caminar pedagógico, critico, creativo, político, cultural. Andar como un acto de observación, lento y situado, como un acto de reapropiación del espacio público, y de recuperación de memoria cultural relacionada con formas de marginación y resistencia pasadas y actuales. La ruta hace visible las relaciones espaciales y sociales entre la escena subterránea y la ciudad cambiante. En la exploración de las micro-geografías barriales, nuestro caminar es activo en lugar de reactivo, profético en lugar de nostálgico, haciendo hincapié, en la dimensión ética del recordar como práctica activa y participativa. Se vivenciará lo que un paseo por el barrio, a paso punk, puede enseñarnos sobre historia, memoria, resistencia, cultura y comunidad. Un acercamiento a lugares barriales, no desde los aspectos historiográficos o los elementos de importancia turística, sino desde un punto personal: punk.”[2]
Ahora estudiantes de todas partes del país viajan a Medellín para conocer a Caliche y su parche punkero; juntos recorren las calles del barrio castilla mientras narran como el narcotráfico se había apoderado de la juventud, cómo los amigos eran asesinados y torturados por el sólo hecho de ser artistas, y cómo después lograron después de muchos años de resistencia hacerle cara a la violencia y sobrevivir empuñando las guitarras eléctricas.
[1] Marín, Jairo. " Actor y poeta torturado". Noticiero de las 7. Consultado el 29 de julio de 2024. https://www.youtube.com/watch?v=qL3VeeyVJDU
[2] David Bravo, Carlos Alberto. Escuela Peripatética Punk. A paso Punk. (Medellín 2024) p3